NOSOTROS FUIMOS TESTIGOS ( por Ruben D. Baillieau )
El fallecimiento del Dr. Luis Lemoine, provocó una lista inusual de condolencias y participaciones de instituciones y personas de nuestra comunidad. En casi todas esas muestras de pesar y dolor, el mayor lamento fue la pérdida irreparable de un amigo. Eso solamente pudo ocurrir porque realmente Luis privilegio el trato de amistad sobre todo otro posible.
Oscar Do Porto señala…y eso a pesar de que en términos automovilísticos a osado lo que nadie entre nosotros, como la búsqueda si fronteras de soluciones para nuestras viejas mecánicas y el participar en gymkanas con su Salmson casi sin frenos y con dirección más de auto a pedales que un automóvil de los que conducimos normalmente..
Con atinada visión el portal www.automovilsport.com publicó recientemente una emotiva nota sobre el Dr. Lemoine, en la que resalta esa condición tan suya de entrega y de brindarse con todos, que hace pensar que para Luis, los inscriptos en sus rallys, no eran concurrentes, sino invitados.
Enrique Mucciarelli recuerda su generosidad simpar…-”cuando me toco restaurar mi Ford A, fue el quien me ayudo sin ningún tipo de interés económico .Ni hablar cuando íbamos a los rally de Uruguay, en que me presto una vez el Fiat Bertone y otra el Porche y así hizo infinidad de veces con amigos y aún simples conocidos en los que intuía esa pasión tan sutil con los autos históricos”
Recuerdo que nos reunía en su casa de Juncal (la sede de nuestro club) y con su voz potentosa acaparaba la atención de todos con algún relato desopilante, en el que se mezclaban con igual jerarquía, las locuras y genialidades del Coco Porreti, con los infortunios de Horacito o las aventuras de Pipoto . Todo valía para Luis, si se trataba de mantener el buen ánimo de la reunión y no trepidaba en ridiculizar mis propuestas de organizar el próximo rally con un cruce al puente de Gualeguaychu, para nihilizar las protestas entre uruguayos y argentinos por el tema de las pasteras.
Un día nos propuso hacer una excursión a Rosario (Santa Fe) para visitar a dos amigos suyos que tenían una colección muy valiosa de autos. La historia de esos dos señores, amigos de Luis que resultaron nuestros anfitriones, da para un libro de aventuras, porque son dos historias de vidas singulares. Pero lo que quiero rescatar aquí, es que uno de esos señores que nos agasajaron con una cena espectacular y nos exhibieron sus magníficos autos (incluyendo 4 Ferraris), en un momento de la charla de sobremesa, ante mis preguntas insistentes sobre su relación con Luis, que presumía comercial, atento a la onerosidad de la atención que nos prestaban gratuitamente, me dijo: – Luis se merece esto y mucho más. Y luego me contó que cuando estaba internado, desahuciado, recibió una llamada de Luis para preguntarle cómo estaba y pocas horas después, apareció Luis, que se había tomado un avión de Buenos Aires, con una botella de Whisky en la mano y le dijo: -Vamos a pelear juntos. Luis no le temía a la muerte, estaba acostumbrado a luchar con ella y a retirarse perdedor de la batalla. Cuando se armaba una discusión sobre autos antiguos, había que respetar la opinión de Garcia Mata sobre los Ford, o la del Escribano Redi sobre los Chevrolet y los autos americanos y ni que hablar de Rodolfo Braun sobre los Mercedes Benz, o Roberto Morena sobre los Auto Unión, pero sin embargo Luis siempre tenía alguna opinión experta que hacia trastabillar la argumentación del expositor.
Para nosotros, la mayoría de los socios noveles ignorantes absolutos de la complejidad automotriz, toda estas discusiones era latín básico mezclado con chino académico. Sandy (el Dr. Errecaborde) opinaba que seguramente todos estos señores ( Luis, Garcia Mata, Alvaro, Redi, Morena) tenían un machete que se estudiaban antes de la charla para torturarnos a nosotros que no sabíamos nada.
Luis fue un orador inigualable. Sabía dar al tema que trataba el lugar y la altura que las circunstancias aconsejaban. Recuerdo que poco antes de su muerte, el Sr. Ernesto Soler, presidente del Motevideo Classic Car Club de Uruguay, dijo en una de sus visitas a nuestro Rally, que el nuestro era un Club de Amigos, y que debíamos preservar a ultranza esa condición. Esa fue la bandera, que anido siempre en el corazón del Dr. Luis Lemoine y sin perjuicio de todo los merecimientos que deba acordársele por su actuación de vida, creo que tiene bien merecida la custodia de ese valor de amistad, por el que lucho siempre inclaudicablemente.-